Desde el punto de vista de la pedagogía, las actividades y los materiales lúdicos sirven como fundamento para la búsqueda de estrategias del aprendizaje, ya que el juego es el modo natural en que el niño aprende.
A pesar de que autores como Freinet, han mostrado teorías del aprendizaje a través del juego, la educación tradicional ha dejado en duda su funcionamiento. Sin embargo, en la educación del siglo XXI debemos contemplar nosotras como educadoras que una de las funciones del juego es que sea autoeducativo.
La educadora, como guía del desarrollo académico del niño, por ejemplo, utiliza el juego para conocer a fondo las actitudes y aptitudes que tiene el niño al principio del ciclo escolar, y es así como logramos que su integración dentro del salón de clases. Observando dichas acciones en el juego podemos percatarnos de sus desarrollos socio-afectivos, motores, intelectual e incluso mentales.
Como docentes podemos aplicar el juego en distintos campos formativos, los cuales ayudarán al niño a formarse, por ejemplo, en el área de lenguaje y comunicación, fomentando el lenguaje oral, lógica matemática o el desarrollo personal y social al invitarlo a desenvolverse de manera interpersonal.
El juego no solo es una liga que une el aprendizaje y las convivencias socio-afectivas, también estimula y une todos los sentidos en uno mismo efectuando el aprendizaje, no solo logrando una memorización sino un aprendizaje significativo, el cual le servirá para toda la vida.
Así es como podemos comprender que el juego es una necesidad del niño ante el aprendizaje, no solo en un ambiente escolar, sino también en casa, y esta es la mejor etapa para ayudar a nuestros peques a aprender jugando, no solo a través de juegos, sino también con materiales o juguetes que nos ayuden a lograr nuestros objetivos.