Existen distintas versiones sobre el origen de la piñata de siete picos, una de ellas se relaciona con los viajes del italiano Marco Polo a China. Al observar una tradición en la que se acostumbraba romper la figura de un buey en la fiesta del año nuevo chino, al darse a conocer esta tradición en Europa, los españoles la importaron al Nuevo Mundo, al encontrarle cierto parecido con una de las festividades mexicas en honor al dios de la guerra, Huitzilopochtli.
Otra versión señala que los mayas solían practicar un juego en el cual, con los ojos vendados, intentaban romper una olla de barro.
En México esta tradición se desarrolló con un cierto sentido religioso. La piñata original sirvió como un instrumento evangelizador de los españoles, sus siete picos representaban los siete pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia, pereza) y sus colores brillantes simbolizaban la tentación que había que vencer. El palo que se utilizaba para romper la piñata era la fuerza de la virtud que destruía la falsedad y el engaño.
De esta forma, la piñata se transformaba en una representación de la fe ciega y de la virtud para vencer al pecado al romperla con los ojos vendados. Los caramelos y otras golosinas dentro de la piñata representaban las riquezas del reino de los cielos.
Así, la enseñanza que se acompañaba con fe y una sola virtud podía vencer el pecado y recibir todas las recompensas del cielo. Actualmente, la piñata representa la alegría de todos en las posadas, en la celebración de la Navidad, e incluso en algunos otros eventos como los cumpleaños.